La discriminación por edad es tratar a alguien injustamente basándose en la edad de la persona. Si tratamos a una persona injustamente o de un modo menos favorable en comparación con otras personas, sobre la base de su edad, entonces estamos ejerciendo la discriminación por edad. Es, por tanto, una conducta injusta contra un grupo humano determinado.
Discriminar, puede identificarse (referido a las personas mayores), con crueldad, indiferencia, frialdad, rechazo, falta de interés... es decir, una serie de conceptos negativos que atentan contra la dignidad de la persona. De hecho, el mayor temor que presentan las personas mayores no atiende tanto al hecho de envejecer como tal, sino más bien a la exclusión social, discriminación, maltrato y soledad profunda a la que se enfrentan.
La discriminación por edad es un mal en ascenso en nuestra sociedad. El extinto Ministerio de Igualdad señalaba que más del 40% de las personas mayores de 65 años sufrían discriminación por edad. En cierta medida ha calado en la sociedad la idea de que, al menos en teoría, no se puede ni debe discriminar a nadie por su sexo, orientación sexual, raza, ideología y religión; y, sin embargo, no ha calado de la misma manera la idea de que la edad es y puede ser un factor de discriminación igual de execrable que los factores mencionados. El principal obstáculo a la igualdad entre todas las edades es que esta discriminación no se reconoce entre los propios ciudadanos.
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